
Alfombras del Atlas marroquí: diarios íntimos femeninos tejidos en lana
La diversidad define a Marruecos. Bañado por el Mediterráneo y el Atlántico, la imponente cordillera del Atlas lo atraviesa y marca una frontera natural con el desierto del Sáhara. Su fascinante historia se puebla de las etnias bereberes, o imazighen, sub saharianas, árabes, judías y andalusíes, que dejaron viva su impronta en el patrimonio artístico. La cultura marroquí se divide en dos grandes categorías: urbana – o arabo andalusí-, esencialmente masculina, y bereber -o rural-, eminentemente femenina.
En este blog, hablaremos de las alfombras bereberes confeccionadas por las mujeres de las regiones montañosas del Atlas marroquí, magistrales piezas cuya belleza enigmática y atemporal fascinó a artistas de la talla de Klee, Matisse, Cherkaui o Le Corbusier, pudiendo afirmarse sin lugar a dudas que influyeron de forma poderosa en el arte de vanguardias del siglo XX.
En la actualidad, la modernización del país y los consiguientes cambios en el modo de vida de las mujeres han supuesto una pérdida notable de la autenticidad y calidad en estas producciones. Así, la diferencia entre las que datan hasta los años 70 del siglo pasado y las actuales, es muy evidente. Con todo, tejedoras reagrupadas en algunas cooperativas tuteladas por el Ministerio de Artesanía, siguen hoy en día elaborando espléndidas alfombras que, en algunos casos, lucen de nuevo los ancestrales colores naturales.
En las frías montañas del Atlas marroquí, las imazighen, mujeres trabajadoras, fuertes y alegres como las joyas de plata que las adornan, aprendían desde niñas a tejer alfombras y mantas. Ésta era una de sus muchas obligaciones, para ello montaban, y aún lo montan, el telar en sus casas de adobe. No es el telar un objeto cualquiera en estos rústicos hogares, sino atendido y respetado como un objeto precioso, casi mágico; los rituales y conjuros que acompañaban cada parte del proceso – desde el montaje del telar y la urdimbre, al hilado, teñido y tejido de la alfombra-, son tan antiguos como misteriosos. Respecto a la técnica, el nudo bereber empleado en el Medio Atlas es único en el arte textil mundial, aunque el más empleado en Marruecos sea el nudo turco (Ghiordes), como consecuencia de la llegada de los árabes a esta parte del mundo.
El enigmático universo de los signos geométricos bereberes se pierde en la noche de los tiempos. Se cree que datan de, al menos, 12.000 años antes de Cristo, entre el paleolítico superior y el mesolítico europeos. Las alfombras bereberes son el lienzo en el que las mujeres escribían sus relatos: eran, pues sus diarios íntimos. Cada alfombra es una composición única y personal que narra los temas más importantes de la vida de la mujer, quien registraba en ellas los eventos más importantes de su vida: el matrimonio, la fecundación y el nacimiento de los hijos. El rombo es el más frecuente de los motivos que simbolizan aquí a la mujer, pero no el único. Junto a él, aparecen triángulos, estrellas, rectángulos, círculos, retículas… Zigzagueantes, escalonados, en espiral… los símbolos son metáforas que en casi todos los casos significan la vulva o la matriz, el cuerpo femenino que alberga el fruto de sus entrañas y crea una nueva vida. Y cerca, o fusionados con ellos, el sexo masculino representado sobre todo por líneas, puntos y espigas. Otros motivos, predominantemente geométricos, figuran elementos de la naturaleza como el sol, el río, la serpiente, la rana, armas antiquísimas como la lanza y las flechas… Y, que no falte, la prehistórica hamsa, la mano abierta, aquí muy esquematizada. Estos motivos, siempre tribales, son también repetidos por estas maravillosas artistas anónimas en la cerámica que ellas misma realizaban hasta hace pocas fechas, siempre que tuvieran que preparar su ajuar o renovar la vajilla, y también en los tatuajes de rostro, manos y cuerpo. ¡Cuánto se parecen éstos a los símbolos precolombinos y de otras antiguas culturas!
De naturaleza muy diversa, muchos de los colores utilizados en el teñido de la lana, llegaban a la kasbah –ciudad amurallada- gracias a las caravanas que atravesaban la cordillera del Atlas. Actualmente se adquieren en los zocos de las medinas. Hasta hace pocos años, las mujeres de las tribus muy aisladas se procuraban los colores con fórmulas magistrales secretas, obtenidos a partir de plantas e insectos que ellas mismas recolectaban al amanecer. En Marruecos, gracias a la abundancia y excelencia de la granza – o rubia- local, entre la que destaca la de las regiones bañadas por el río Tennsift, y a la pericia de las mujeres en su procesamiento, se obtuvieron maravillosas tonalidades de rojo, como el que caracterizan a las famosas alfombras de Zemmour. Pero los colores de las alfombras…
¡son otra fascinante historia!