
Arquitectura islámica de ladrillo y yeso de SARAQUSTA
Desde que se formuló en el s. XIX el Arte Mudéjar, la datación y consiguiente clasificación de la arquitectura medieval de ladrillo de Zaragoza y, por extensión, de la región central de Aragón (no menos de 300 edificios), se ha venido estableciendo entre los siglos XIII y XVI, pero en ningún caso antes, en el siglo XI o principios del XII. Es decir, siempre se la adscribió por sistema a la época de dominio cristiano y nunca a la anterior, es decir, del Estado musulmán de Saraqusta. Visto así, resulta paradójico que todos esos edificios, principalmente torres, se erigiesen bajo la tutela del Aragón cristiano, mientras que, por el contrario, los cien años de existencia del pujante Estado islámico de Saraqusta no se vieran reflejados en sus edificios conservados, con la aislada excepción de la Aljafería, a pesar de su extraordinario crecimiento económico, cultural y demográfico, constatado en las últimas décadas gracias a las excavaciones arqueológicas del centro histórico de Zaragoza. Según esta visión de la arquitectura medieval de ladrillo y yeso, Zaragoza, y más extensamente su territorio, no habría conservado ningún edificio de este floreciente periodo, y en cambio sería acreedora de un extenso grupo de edificios medievales cristianos (englobados todos en la arquitectura mudéjar) sin una explicación clara de su origen, muchos de los cuales vendrían a sustituir a otros supuestos de estilo románico, de los que no se tienen referencias documentales y que la arqueología ha revelado como inexistentes.
Esta forma tradicional de entender la historia medieval de Aragón, que podría tildarse, en términos actuales, de negacionista, se ha revisado a través del programa universitario “Nuevos Territorios de la Arquitectura” mediante la tesis que versa el título de este artículo. Aborda el estudio documental y arquitectónico de cinco edificios medievales de Zaragoza (torre de San Pablo, Torre Nueva, Parroquieta de La Seo, torre de la Magdalena y capilla de San Martín de La Aljafería), que, carentes de fuentes documentales sobre su construcción, y tradicionalmente adscritos a la “arquitectura mudéjar aragonesa”, muestran claros indicios que delatan una mayor antigüedad a la considerada tradicionalmente, que los retrotraen hasta el siglo XI, cronología islámica acorde con su tipología, sistema estructural y constructivo, y en el contexto de un periodo muy floreciente de la ciudad.
SARAQUSTA
Tradicionalmente se ha identificado Alandalús con Andalucía, y consecuentemente, el legado andalusí se ha limitado prácticamente a tres monumentos de tres ciudades andaluzas: La mezquita de Córdoba, la Giralda de Sevilla y la Alhambra de Granada. Pero los geógrafos andalusíes no lo veían así, y Saraqusta, en la frontera con Balád Ifranj, el País de los Francos, era una de sus metrópolis.
En 1008 estalla la Guerra Civil, la Fitna de Alandalús. Córdoba arde, y la desgracia de la capital es la suerte de las ciudades más alejadas de ella, como Zaragoza, donde se refugian los exiliados de aquella, los estratos de población más influyentes y cualificados. El crecimiento de la ciudad es contundente, y el primer sultán de Saraqusta, independiente desde 1018, se ve obligado a ampliar la mezquita aljama. La parte cristiana, a partir de las primeras estribaciones del Pirineo, también resulta ser una zona convulsa, en este caso por la exitosa implantación del nuevo régimen feudal que sustituye al antiguo esclavista, lo que implica desarrollo económico y crecimiento de las ciudades. En 1035 Aragón, frente al Estado de Saraqusta, se independiza de Pamplona, y el comercio europeo, que se expande por el Camino de Santiago, desarrolla su capital, Jaca.
Saraqusta se convierte en un hub comercial que canaliza el comercio de Oriente con Occidente, y según el historiador George T. Beech,“una gran ciudad de grandes palacios y altas torres”, según la describió un trovador occitano que la visitó a principios del siglo XII, una “nueva capital intelectual”, cuyo background (ambiente), lo propició “la fama de sus investigadores, la abundancia y riqueza bibliográfica de sus numerosas bibliotecas, su ubicación en la frontera con Europa Occidental y el ambiente propicio para la indagación, la experimentación y la actividad creativa”.
Esta ciudad, que con 50.000 habitantes era una de las mayores de Europa, abandonó el modelo de arquitectura omeya de piedra, e implantó un nuevo lenguaje de arquitectura, representativo del nuevo Estado que nacía, la arquitectura de ladrillo y yeso traída de Bagdad e Irán, dando lugar a la Arquitectura Zagrí, que pervivió tras la conquista aragonesa de 1118, dando lugar a la Arquitectura Mudéjar Aragonesa.
Foto superior:
Saraqusta en 1118, desde al-Jazira (Interpretación de J. Peña-Gonzalvo. Modelo 3D de L. Agustín-Hernández y A. Fernández-Morales. Área de Expresión Gráfica UNIZAR)
- Al-Qasr al-Jaҁfariya (palacio de La Aljafería)
- Torre-mausoleo de los Banū Tujīb (torre de San Pablo)
- Sūdda (La Zuda)
- Torre Nueva
- Torre de San Gil
- Alminar de Bāb al-Qibla (torre de la Magdalena)
- Al-Qasr al-Qadīm “alcázar viejo” (palacio arzobispal)
- Mezquita aljama (Seo del Salvador). Mausoleo de los Banū Hūd (Parroquieta)
Autor/es:
Universidad de Navarra, 1979. Doctor por la Universidad de Zaragoza, 2022.
Con despacho profesional desde 1980 hasta mi jubilación en 2018, he compaginado la especialización en urbanismo y en restauración de edificios históricos, con la investigación, en dos ámbitos tan dispares como son los tranvías, publicando en 1985 "Los tranvías de Zaragoza", y la arquitectura de origen islámico en Aragón, iniciada con la publicación en 1986, junto con José Luis Corral, de "La Cultura Islámica en Aragón". En 2022 he obtenido la mención Cum Laude por la tesis doctoral "Arquitectura Islámica de ladrillo y yeso de Saraqusta"