El arte del vaciado (1ª parte)
Dentro de las disciplinas conocidas como Artes Aplicadas y Oficios Artísticos se encuentra el arte (u oficio) del «Vaciado y Moldeado». A estas alturas, muchas personas permanecen ajenas a los laberínticos caminos por los que transitan ciertas obras de arte escultóricas antes de ver la luz.
Cuando el proceso creativo del escultor se ha ejecutado sobre arcilla, pasta para modelar o algún material de poca durabilidad, hay que proceder a realizar un molde, o moldes, que permitan su reproducción exacta en otro material solidificable que supere la prueba del tiempo: normalmente bronce, hormigón o cemento de color con acabado texturizado, conocido como piedra artificial, si bien es cierto que en la actualidad existen multitud de materiales que no solo facilitan el proceso sino que con su ligereza (por ejemplo la resina de poliéster), ofrecen al artista nuevas e interesantes opciones para el diseño y ejecución de su obra.
Breve historia del Vaciado
El uso de moldes por el ser humano se pierde en la antigüedad. En el ideario colectivo permanece la imagen de la fundición de un puñal o espada por simple vertido del metal líquido sobre una piedra a la que previamente se ha efectuado un rebaje con la forma final del objeto. Esto ya sucedía en la Edad del Bronce, allá por el año 1700 a. C., por tanto, podríamos definir al Vaciado como «la técnica usada desde tiempos antiguos para la obtención de objetos a partir de un molde y una masa líquida.» No se trata aquí de impartir una clase magistral sobre este oficio, sino más bien de reivindicar el complejo trabajo de los vaciadores de obras de arte por todo lo que supone de estudio previo, análisis, planificación y ejecución de unos moldes que pueden alcanzar un altísimo grado de complejidad para que sean capaces de reproducir un original con la solvencia exigida.
Existen grandes y paradigmáticos ejemplos de excepcionales monumentos que sustentan gran parte de su belleza gracias al dominio del arte del Vaciado. Basta con contemplar las yeserías de la Alhambra o las de los Reales Alcázares de Sevilla, y entender los procesos de talla, vaciado y retallado utilizados para elevar a un material, aparentemente modesto como el yeso, a la categoría inequívoca de obra de arte.
Se da por sentado que el yeso fue introducido en la Península Ibérica por los alarifes de origen musulmán que recalaron en tierras de al-Ándalus en tiempos de taifas, propiciando el Arte Mudéjar, propagándolo después hacia tierras cristianas. Pero, antes del advenimiento del yeso, existen valiosos ejemplos de la categoría que este arte-oficio llegó a alcanzar en el Califato de Córdoba, pues uno de los símbolos por excelencia de este periodo histórico, el conocido como Cervatillo de Madinat al-Zahra y las piezas semejantes a él llegadas hasta nosotros, también fueron concebidas gracias al avanzado conocimiento del Vaciado que ostentaban los afamados artesanos de la ciudad áulica.
En esta ocasión todo indica que la técnica utilizada fue la conocida como «a la cera perdida», por la que se obtiene una figura hueca de bulto redondo, de lámina de bronce de fino espesor, a la que a posteriori se aplica un trabajo de cincelado para simular una pelambre a base de hojarasca geométrica de tallos circulares.
Hoy en día, gracias a la técnica del Vaciado y Moldeado, podemos disfrutar en museos, en escuelas de arte, en colecciones privadas e incluso en el viario público de muchas ciudades del mundo, de reproducciones exactas a las más significativas obras escultóricas creadas por el ser humano.