El arte del vaciado (2ª parte)
Desde la aparición del hormigón en la antigua Grecia en el año 500 A.C., la ejecución de superestructuras como el puerto de Cesárea Marítima (año 22-15 a.C.) o la cúpula del Panteón de Agripa (año 118 d.C.), han sido retos constructivos que solo han podido ser llevados a cabo gracias a la técnica del Vaciado.
Sin embargo, tras una larga etapa en el olvido, no es hasta la segunda mitad del s. XVIII, que el ingeniero y físico inglés John Smeaton, decide incorporarlo en sus proyectos. A partir de la aparición del cemento Portland en 1824 y su normalización en el uso constructivo, los arquitectos asumen los grandes beneficios que puede aportar a la construcción y comienzan a diseñar edificios contando con el prefabricado de hormigón para ejecutar elementos artísticos como cornisas, columnas, balaustradas… y toda una serie de elementos decorativos, altamente resistentes a la intemperie, que evitarían seguir usando la costosa piedra de cantería sin restar impronta artística a las fachadas. No existe ciudad en el mundo en la que en su centro urbano no existan edificios en los que el prefabricado de hormigón no esté presente. Incluso tras la aparición del cemento blanco, varias décadas más tarde, el prefabricado de hormigón (gris hasta el momento) da un nuevo paso cualitativo al conseguir simular la piedra natural gracias a adición de coloreados naturales a base de pigmentos, consiguiendo así una gama casi infinita de tonalidades para sus piezas, que una vez tratadas con herramientas de cantería, consiguen imitar los elementos tradicionales tallados en piedra natural.
En la historia de la arquitectura multitud de arquitectos han confiado en los prefabricados de hormigón, como el estadounidense Frank Lloyd Wright, considerado pionero en su uso y creador del sistema «textil», mediante el cual una serie de bloques de hormigón prefabricado decorados con dibujos geométricos se cosen, literalmente, para conformar muros y pilares. Buen ejemplo de ello es la «Casa Ennis» (Los Ángeles, EE. UU. 1925), popularizada tras rodarse en ella algunas escenas de la película Blade Runner y de la serie Juego de tronos. Incluso Antonio Gaudí, en 1925 revistió el campanario sur de la Sagrada Familia con prefabricados de hormigón que muestran los característicos mosaicos de vidrio veneciano. Ya en la actualidad, el arquitecto Ricardo Bofill, con sus estudios sobre la utilización de hormigón prefabricado contribuyó durante los años 80 a la afirmación de la validez de las formas clásicas y la geometría en la arquitectura contemporánea.
Con la aparición reciente de nuevos materiales poliméricos como, por ejemplo, el GRC (Glass reinforced concrete), la técnica del Vaciado está mucho más presente en nuestro entorno urbano de lo que nunca habríamos podido sospechar y, un dato a tener en cuenta es que no solo se emplea para formar parte de edificios de nueva planta, sino en restauración de edificios históricos, o para resolver el grave problema que plantea el envejecimiento de fachadas singulares prematuramente destinadas a la demolición.
El empleo del Vaciado y Moldeado se encuentra muy presente en cientos de actividades humanas que van desde la industria del metal, hasta la producción de objetos de plástico inyectado, pero es en la escultura y en la arquitectura, donde encuentra dos terrenos idóneos para su ennoblecimiento como un auténtico arte, un arte con un claro objetivo: el de hacernos más asequibles las obras de arte, obras sin cuya cercanía, nuestras vidas, hoy por hoy, no serían las mismas.