Averroes, un sabio integral (2ª parte)
Afirmamos en la primera parte de este artículo que los sufíes, Raimundo Lulio y otros autores opinaron que Averroes se adhería con demasiada facilidad a las teorías de Aristóteles, sin detenerse en profundos análisis. Esta segunda entrega de mi trabajo bastará para probar la frivolidad de tal imputación.
“Su espíritu crítico reconoce en los tratados estrictamente científicos las lagunas y errores en que incurrió el Estagirita, hasta el punto de que sus ideas sugirieron posiblemente a Copérnico la necesidad de explicar los movimientos de nuestro sistema planetario de modo distinto al aristotélico-ptolemaico, y de que un discípulo directo de Averroes, al-Bitrũŷŷĩ (Alpetragius), propusiera una nueva teoría al respecto” (Lo que Europa debe al Islam de España, de Juan Vernet).
En Física son de elevado alcance sus aportaciones sobre la energía motriz (impetus), de la que Averroes defiende un enfoque dinámico, en consonancia con su discípulo Alpetragius. Sus tesis sobre el problema de los impetus, traducidas después por Miguel Escoto y difundidas por Santo Tomás, influyeron con el tiempo en el enfoque de la cinética del medievo y Renacimiento, que daría paso al posterior estudio científico del movimiento uniformemente acelerado.
Enorme difusión por Europa alcanzaron también sus comentarios sobre “De caelo et mundo” y de la “Física” aristotélica, traducidos asimismo del árabe al latín por Miguel Escoto. Estos comentarios de Averroes “dieron lugar a una de las reformas científicas más trascendentes en la evolución del pensamiento humano: la reforma copernicana” [Copérnico, de Juan Vernet], porque se trataba nada menos que de la crítica del sistema geocéntrico y, además, en dichos comentarios tratábase de convencer de la conveniencia de separar los estudios de la filosofía natural y de la teología.
Copérnico, a través de sus maestros —muy influidos por Averroes— conoció al final del siglo XV los comentarios del sabio cordobés, así como su “De caelo et mundo” y a su teoría de los impetus. También Copérnico, en los inicios del siglo XVI, conoció más a fondo las teorías de Avicena y Averroes a través de las universidades de Bolonia, Padua y Ferrara (Juan Vernet). En consecuencia, en Europa el conocimiento de estas doctrinas científicas condujo a centrarse en el estudio del aspecto cosmológico, y las ideas básicas procedían de los comentarios de Averroes y de la obra “Astronomía“ de su discípulo Alpetragius (traducida por Gerardo de Cremona). En el campo de la ciencia y al igual que Azarquiel, tuvo enorme influencia en el desarrollo de la Astronomía en Persia, Turquestán y Siria hasta bien entrado el siglo XVI.
Tampoco es menor la aportación que nos hace de su creencia de que el mundo habitado continuaba al sur del Ecuador, que contribuyó a que los Beni Maymũn y, después, otros marinos del final de la Edad Media e inicios del Renacimiento se vieran impulsados a circunnavegar África en ambos sentidos y a que tanto cristianos como musulmanes trataran de hallar nuevas vías comerciales.
En 1169 d. C. ben Rušd, nuestro Averroes, escribió su gran obra médica el “Kitãb al-Kulliŷãt”, traducida al latín a mediados del siglo XIII por Benacosa con el nombre de “Colliget”, y que llegaría a editarse más tarde en Venecia, en 1482. El “Colliget” consta de siete libros: Anatomía, Fisiología, Patología, Semiótica, Terapéutica, Higiene y Medicación. En la conclusión de este último volumen sobre medicación dedica Averroes un encendido elogio a su maestro Avenzoar y a su obra el “Taysĩr…”. Ambos eminentes médicos llegan a conclusiones de gran alcance como al afirmar que los enfermos que han contraído viruela quedan inmunizados frente a dicha enfermedad.
Rodríguez Molero asegura que el “Colliget” puede ser considerada una obra plenamente renacentista y que presenta ya más afinidades con Vesalio que con Galeno. Averroes, como cualquier otro médico de su tiempo, ya fuera musulmán, judío o cristiano, no podía conocer el cuerpo humano por su estudio y disección directa, ya que estaba prohibido, sino por el de los cuerpos de animales que se consideraban con más similitudes respecto al cuerpo humano, como los de monos y cerdos.
Tan renacentista es ya el conocimiento médico de ben Rušd que defiende, por ejemplo, que el acto de la respiración no se trata solo de un hecho voluntario, sino que responde también a “una potencia natural involuntaria”. El gran sabio cordobés muestra en esta su gran obra su espíritu sistematizador. Su concepto del cuerpo humano se encuentra entre la idea antigua y la moderna, es decir se trata todavía del animal antiguo, pero ya racionalizado. En embriología, Averroes se inclina por la teoría de la ontogénesis —o preformismo—, contraria a la tesis que defendía Aristóteles de la epigénesis.
Entre sus principales obras filosóficas citaremos:
- Tahãfut al-Tahãfut (Destructio destructionis).
- Kitãb fasl al-maqãl, sobre la conciliación de fe y razón.
- Exposición de la República de Platón.
- De Theriaca (sobre la Triaca), traducido por Andrea Alpagp hacia el año 1500 d.C.
- La armonía entre Religión y Filosofía.
- Comentarios a Aristóteles.
Durante los años de gobierno almohade, las doctrinas zahiríes habían presidido la vida religiosa y jurídica, mientras que las malikíes habían perdido su influencia, pero la situación política se había agravado en al-Ándalus en torno a 1195, por lo que, necesitando el emir al-Mansur ganarse a los alfaquíes malikíes —que tanta preeminencia mantenían aún sobre el pueblo llano— con vistas a tenerlos favorables a su causa en vísperas de la campaña que se estaba gestando (Alarcos), cedió a sus presiones plegándose a sus deseos. Los religiosos y puritanos, que rechazaban los avanzados planteamientos de Averroes sobre Fe y Razón así como todo estudio de la Filosofía, lograron que el sabio cordobés cayera en desgracia y que al-Mansur le retirara su apoyo.
El historiador al-Marraqusĩ asegura que sus delatores fueron personajes influyentes de Córdoba que actuaron por envidia; sin embargo, al-Idari sostiene que los motivos que primaron fueron los políticos e ideológicos. Pero la conclusión fue que el emir retiró su confianza al viejo filósofo y, dos años después (1197 d. C), se le sometió a juicio en Córdoba. La sentencia le fue desfavorable y el emir lo destituyó como juez de la ciudad, ordenó la prohibición y quema de todas sus obras filosóficas y lo desterró a Lucena, principal enclave judío de todo al-Ándalus. Así se narran estos sucesos en la novela histórica “La Cruz y la Media Luna” de Carmen Panadero:
Unos días después (14 de abril de 1197), antes de llevarse a cabo la nueva campaña contra Castilla, salió el Emir de Ichbilia camino de Córdoba, donde alojó a su ejército hasta la llegada de la temporada de la siega. Entre tanto, se personó en la causa contra Abu-l-Walid Muhammad ibn Rušd. La envidia y el fanatismo se aliaron para presentar ante el Emir cargos contra ben Rušd. Algunos muslimes cordobeses inculparon de heterodoxia al egregio médico y filósofo. Los indicios presentados por los alfaquíes ante la Corte llevaron a ben Rušd a la cárcel y a sus discípulos a la dispersión.
Enojoso le resultó este proceso al Emir, a quien mucho impresionaban la figura y personalidad del sabio cordobés, mas, finalmente, ante la continua instigación a aplicar la ley de forma rigurosa de imanes y alfaquíes, que insistían en que la demasiada blandura y miramiento los volvía insolentes, decidió su destierro y encarcelamiento en la villa de Elisana [Lucena]. Al fin del verano, concluida la campaña por Castilla y de regreso a Ichbilia, recibió el Emir tantas cartas de petición de clemencia, llegadas desde los cuatro puntos cardinales y aun de fuera de al-Ándalus, que resolvió levantarle la pena de cárcel, y ben Rušd fue desterrado a Marrakech. Pero el anciano filósofo había sido herido de muerte y únicamente sobreviviría un año a este inmerecido quebranto. Su vida acabó en la ciudad norteafricana en 594 (1198) sin volver a pisar su amada patria.
Solo unos meses le sobrevivió Al-Mansur; como si la justicia de Alá hubiera tomado cartas en el asunto, nada más firmadas las treguas y llegado a Marrakech procedente de Ichbilia, rindió su alma al que la creó. (La Cruz y la Media Luna, Carmen Panadero).
Al-Mansur lo obligó a vivir en Marrakech en arresto domiciliario hasta su muerte, que acaeció el 10 de diciembre de 1198 d. C., a los 72 años de edad. El imán de la mezquita Kutubía de Marrakech, en su entierro, lo llamó “alma extraviada” en presencia de al-Mansur. Su cadáver fue trasladado meses después hasta Córdoba. Ibn ‘Arabī refiere el transporte de los restos de Averroes hasta el cementerio cordobés de Ibn ‘Abbãs, donde estaba el mausoleo familiar de los Beni Rušd; asegura que él asistió al entierro y narra que su ataúd colgaba de un lado de una mula y del otro, como contrapeso, sus libros, con los que fue sepultado.
BIBLIOGRAFÍA
- Historia de España” (Tomo 8) Los reinos medievales.- Dirigida por John Lynch.- EL PAÍS. Mª Jesús Viguera Molins, etc. Madrid, 2007.
- Arte, Arqueología e Historia, nº 22.- Córdoba.
- Lo que Europa debe al Islam de España, de Juan Vernet.- Edit. Acantilado, Barcelona 2013.
- Historia de la España Islámica, de Montgomery Watt.- Alianza Editorial.- Madrid, 1970.
- Enciclopedia del Islam (Emilio Galindo Aguilar).- Darek Nyumba, Madrid-2004.
- La Cruz y la Media Luna, Carmen Panadero.- Ed. ViaMagna, 2008.- Amazon, 2015.
- Historia de España, tomo V, de Ramón Menéndez Pidal.- Espasa Calpe, Madrid, 1987.
- Histoire des juges d´Andalousie intitulé Kitáb al-marqaba al-`ulyá, de Al-Nubáhi, edic. de Levi-Provençal, El Cairo 1948.