La Caligrafía Árabe en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad (UNESCO, 2021)
La escritura árabe completó con la llegada del Islam su expresión gráfica, y alcanzó desde Persia a la Península Ibérica, donde, durante los primeros años de al-Andalus ya apareció en acuñaciones monetarias, algunas latino—árabes y otras sólo en árabe. Los diversos usos de la grafía árabe (en manuscritos, y sobre diversos materiales, como piedra, yeso, metal, madera, cerámica, tejidos) fue ampliando su valor artístico, y así la epigrafía adquirió gran proyección como elemento decorativo, que suele utilizarse, con admirable belleza, junto con motivos geométricos, con más o menos estilizados vegetales (los llamados “atauriques”), y a veces representaciones figurativas.
La pujanza de la grafía desarrolló varios estilos, sobre todo el cúfico ornamental y el nasjí o cursivo, que también en al-Andalus se alternaron y en ocasiones se combinaron con preciosos resultados. Además de otros usos en casi todo tipo de objetos, la escritura árabe adornó edificios áulicos tan destacados, que podemos contemplar y además podemos “leer”, como la ciudad palatina de Madina Azahara, el Alcázar de Sevilla, la Alfajería de Zaragoza, la Alhambra de Granada, y otros, ofreciendo un panorama no sólo estético sino conceptual, expresado por sus contenidos, religiosos, políticos y culturales. Por su valor simbólico y ornamental, esta escritura árabe se mantuvo en uso en la Península Ibérica, como una de las referencias andalusíes del “arte mudéjar”, hasta la Edad Contemporánea.
La escritura árabe es un testimonio histórico, por sus contenidos, y es además un arte extraordinario, cuya abundancia e intensidad estética la convierten en una manifestación única de la Humanidad, y así ha sido reconocido por la UNESCO, sin duda bien asesorada.
Imagen superior: Epigrafía en el Salón Rico de Madina Azahara
Arqueta andalusí conservada en Pamplona, cuya tapa combina espléndida decoración de figuras humanas y animales, con elementos vegetales y con una banda epigráfica que, en letras cúficas, señala que fue hecha para el chambelán cordobés al-Muzaffar, a principios del siglo XI.
Detalle de la fachada del palacio de Pedro I de Castilla en los Reales Alcázares de Sevilla (mediados del siglo XIV). En alto, escritura en azulejos con el lema nazarí: “No hay vencedor sino Dios”.
Yeserías con epigrafía árabe en el Claustro de San Fernando de las Huelgas de Burgos.
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