La Alhambra en espejo. La Casa Román de Cartagena de Indias, Colombia.
La Casa Román en el barrio de Manga de la ciudad colombiana de Cartagena de Indias supone, pese a su lejanía, un ejemplo señero de la difusión de los modelos alhambrescos en América.
El edificio es una de las obras más significativas de carácter neoárabe del Caribe colombiano, donde se plasma en villas y quintas la esencia del modo de vida oriental, con ejemplos paradigmáticos en Cartagena y Barranquilla.
Desde el pasado mes de enero, debido a la maldita pandemia, no he vuelto a viajar a América. Llegar al nuevo continente siempre es una bocanada de aire fresco, de oxígeno ilusionante. En este caso, después de una rápida y maravillosa experiencia en Panamá, casi iniciática, visitando Portobelo y el fuerte de San Lorenzo del Chagres, acabé aterrizando en Cartagena de Indias, una de mis ciudades felices. El día 25 de enero visité, como una obligación placentera y obligada, la Casa Román en el barrio de Manga. Pese a su lejanía geográfica, supone un ejemplo señero de la difusión de los modelos alhambrescos en América.
El edificio es una de las obras más significativas de carácter neoárabe del Caribe colombiano, donde se plasma en villas y quintas la esencia del modo de vida oriental, con ejemplos paradigmáticos en Cartagena y Barranquilla. La imagen exótica de este edificio se consigue con su ubicación en el centro de una parcela, a modo de un kiosco oriental. El alzado se dibuja con un pórtico de arcadas sobre columnas nazaríes de mocárabes y calados de sebka en las enjutas, rematándose con almenas. El interior es una concesión sin paliativos al modo de vida oriental adaptado al Caribe. El patio, centrado con una fuente de cerámica de Triana, es el verdadero espacio vital al que abren distintas estancias. Las arquerías, vanos y puertas revelan con sus mocárabes, atauriques y decoración geométrica el origen y la esencia de la construcción. Modo de vida impuesto por la arquitectura y asumido por sus propietarios que continúan, desde su construcción, habitando y disfrutando día a día su opción estética y las bondades del criterio íntimo de la más pura tradición nazarí.
Hay que señalar que la vivienda completó su carácter alhambrista cuando en 1929, don Henrique Pío Román, propietario de la misma, viaja con su familia a Europa visitando el sur de España, concretamente Sevilla, donde visitan la Exposición Iberoamericana, y Granada. La ciudad de la Alhambra le impacta. Deciden, inmediatamente, completar su casa caribeña con muebles, cerámicas y yeserías, contactando con el taller de Aurelio Rus, un reconocido ornamentista, que facilita distintos pedidos, entre los cuales se conservan actualmente algunas obras firmadas por Rus entre el nutrido mobiliario de carácter neoárabe que completa la arquitectura de la casa. El resultado, un oasis en medio de las fortificaciones y bulliciosos mercados de la Cartagena de América.
No podemos quejarnos de vivir en Granada, pero volar hacia otras latitudes es siempre razón para apreciar lo cercano, pero también para encontrar, tras el espejo, paraísos perdidos y coloridos rincones de amor.