El barrio de Los Cubiertos de Gelsa, Aragón. Parte 2
La parte medieval del casco histórico de Gelsa, o barrio de los Cubiertos, se ha mantenido prácticamente inalterada desde la época andalusí, especialmente en lo concerniente al trazado y a la ocupación de la vía pública mediante construcciones voladas sobre ella, que en Gelsa se denominan “cubiertos”, lo que ha dado nombre a una de sus calles y por extensión al barrio.
La existencia de cubiertos en Gelsa no son un caso singular en Aragón, sino que lo es por la cantidad y cercanía de unos de otros, además de por haberse conservado. A lo largo del s. XX ha sido habitual en casi todos los pueblos y ciudades su derribo, generalmente por “molestar” al tráfico rodado. Gelsa tampoco se ha librado de los cuberticidas, habiendo desaparecido dos de ellos, el de la Casa de la Villa, edificio que cerraba la plaza por el norte, derribado tras la última guerra civil, y el arco de San Miguel en la calle Mayor; aun así, se conservan nueve, cuatro o cinco de ellos en una sola calle, a la que dan nombre. En el extremo norte se situaba la mezquita, transformada, a partir de 1526, en la iglesia parroquial de San Pedro Mártir.
La planta de la Gelsa medieval es de forma ovalada, estructurada en torno a dos calles perpendiculares, en torno a las cuales confluyen algunos callizos y replacetas que completan la trama viaria. En una de las replacetas estuvo el hospital, por lo que aún se llama así, y en otra, la de La Dula, se reunían las ovejas de los pequeños propietarios para sacarlas a pastar por turno, de donde procede su nombre, dawla “turno”. No es habitual la planta ovalada en pequeñas poblaciones, aunque sí en ciudades islámicas y preislámicas, siendo Bagdad, la Ciudad Redonda, la más famosa de ellas. La planta ovalada sugiere que pudo estar defendida por un muro, quizá para defenderse de los posibles peligros que la navegación del Ebro pudiera ocasionar, como el de 859, cuando los vikingos ascendieron por el Ebro hasta llegar a Pamplona y apresar a su rey, García I.
Para comprender cómo se originaba una trama urbana como la de Gelsa, hay que saber que la vida social en Alandalús se organizaba en torno al modo patriarcal de la familia extensa. En una casa vivían miembros de varias generaciones bajo la autoridad del padre; la casa se cerraba al exterior para volcarse hacia la luna o patio de luces, su espacio más importante cuando la climatología lo permitía. Siempre que era posible, las habitaciones sólo tomaban luces desde la luna, y cuando era inevitable tomarlas desde la calle se hacía mediante huecos pequeños y altos, o se protegían con celosías. El propietario de la casa tenía derecho de uso preferente de la franja de calle de la casa, cuya limpieza y cuidado corría por su cuenta; ahí, los habitantes de la casa salían a sentarse, ataban sus animales, extendían sus tenderetes para actividades comerciales, ponían toldos, etc., de modo que a veces provocaban su privatización de hecho con el consiguiente estrechamiento de la calle. Esta ocupación paulatina del espacio comunitario también abarcaba el vuelo sobre las calles, apareciendo los típicos cubiertos como los de Gelsa, cuando no quedaba solar disponible.
Las casas de Gelsa, como la mayor parte de los edificios del Valle Medio del Ebro, son de mampostería de aljezones cogidos con pasta de yeso y también de tapial de los mismos materiales. El primer sistema constructivo es visible actualmente en graneros y cocheras de la mayor parte del valle, mientras que el segundo, el tapial de yeso con aljezones, está presente en los castillos del cinturón defensivo de Saraqusta, como los de Alfajarín, Cadrete o Sástago. Recientemente el ayuntamiento ha impulsado la rehabilitación de las fachadas del barrio, habiéndose podido constatar el uso de los materiales citados, y especialmente el tipo de acabado exterior que tenían, al menos, algunos de sus edificios, ya que bajo el revestimiento más exterior de algunas casas aparece el acabado original de las mismas, un esgrafiado en opus quadratum, un tipo de decoración medieval apenas conocido en el valle del Ebro, aunque seguía usándose, al menos durante el s. XVI, en otras regiones de Aragón, como en la de Calatayud. La mayor parte de estos vestigios han sido ocultados de nuevo, aunque uno ha quedado visible bajo uno de los cubiertos, como muestra del aspecto que pudieron tener las fachadas durante la próspera Edad Media gelsana, quizá gracias a la intensa actividad de sus marineros y rayces (arráeces, capitanes).
Los pueblos cristianos medievales del valle del Ebro suelen ter iglesias mudéjares de ladrillo, como ocurre en las vecinas Quinto o Velilla, mientras que los pueblos tagarinos, bien tienen iglesias barrocas o clasicistas posteriores al s. XVII, como Escatrón, Vinaceite, Urrea, Azaila o Villafranca. En Gelsa en cambio, es de tapial, lo que permite deducir que la antigua mezquita no se derribó, sino que se rehabilitó al nuevo uso con decoración barroca, muy singular en este caso ya que se trata de la heráldica de la Baronía de Quinto, esgrafiada al modo mudéjar.