El origen islámico de Albarracín.
El origen islámico de Albarracín (Aragón). Síntesis histórica
Ya lo hemos apuntado: La ciudad de Albarracín tiene un origen islámico[1]. La ocupación de Alandalús, llevó a asentarse en estas tierras, probablemente en torno a los años 714-716, a la tribu bereber de los Banu Razín, perteneciente al gran grupo tribal de los Hawara. Posiblemente la similitud geográfica por montañosa, del territorio marroquí del que proceden, facilitó este asentamiento, sobre el que se carece de información concreta.
Las noticias primeras de esta ocupación son del siglo X. Hacen referencia a la lealtad de los Razín al califa cordobés, en episodios como las campañas de Abd al-Rhaman III contra el tuyibí zaragozano, apoyado por la corte leonesa. El primer miembro citado de este clan de los Razín es Marwan ibn Hudayl ibn Razín, que aparece como jefe militar de la frontera, en la campaña del año 955 contra el reino de León. También se referencian los hijos de éste y de su hermano Yahya, cuando unos años más tarde piden al nuevo califa al-Hakam II, la renovación en la posesión del distrito que vienen gobernando.
El territorio que acabaron dominando puede precisarse teniendo en consideración los castillos que aparecen referenciados. En este sentido, el primero de ellos es Santa Mariyya al-Sarqui, que llegará a ser Albarracín; otro es el de Hisn al-Sahla o Castillo de la Llanura, identificable con la localidad de Cella, y que delimita el territorio que se extendía por la cuenca alta del Jiloca, entre esta localidad y Calamocha (hisn de Calamusa), y por el norte, el de Ródenas, hisn de Rudinas.
En cualquier caso, el origen principal del asentamiento pudo estar en la fortificación de la peña del castillo, que sobresale de la plataforma rocosa del meandro de Albarracín. Con el crecimiento de la ciudad entorno a esta alcazaba, en el siglo X acabó amurallándose el escarpe perimetral de este meandro, y construyendo, al norte, la torre del Andador, auténtico hito defensivo desde el que se controlaban sobre todo, los accesos a la medina.
En el siglo XI, con la desmembración del califato cordobés, los Banu Razín se alzan como señores independientes de este territorio, ligando su nombre para siempre al de la ciudad. Santa María de Levante pasa a denominarse a partir de este momento en Santa María de los Banu Razín, para convertirse finalmente en Santa María de Albarracín.
Fue este un siglo de progreso para Albarracín, propiciado por la liberación del pago de tributos al poder central de Córdoba. Como contrapartida, sus monarcas se vieron obligados al mantenimiento de un precario equilibrio entre sus poderosos vecinos, con los que se aliaban según conveniencias, al objeto de mantener su independencia. Fue en este periodo cuando la ciudad creció hacia el norte, hasta prácticamente los actuales confines, recreciendo a su vez la muralla que cerraba esta ampliada medina, hasta converger en la construida con anterioridad, Torre del Andador[2].
En la taifa de Albarracín se sucedieron hasta cinco soberanos independientes que gobernarán este territorio, denominado al Sahla. El primero de ellos, Hudayl ibn Jalaf ibn Lubb ibn Razín, inició esta dinastía independiente en torno al año 1012. Desde el año 1045, en el que muere, hasta el 1049, le suceden su hermano Abd al-Malik ibn Jalaf, y su hijo, el también llamado Hudayl ibn Abd al-Malik. Sin embargo, el soberano que más tiempo permaneció en el poder fue el hijo de éste, llamado como su abuelo Abd al-Malik ibn Hudayl, que mantuvo su complicada soberanía, no exenta de ambiciones, hasta el 1103. Un año más tarde los almorávides deponen a su hijo Yahya, último de estos monarcas independientes. La alternativa repetición de nombres llevó a la confusión en la sucesión dinástica, reduciendo los monarcas a tres, cada uno hijo del anterior: Hudayl, Abd al-Malik y Yahya.
Si bien Hudayl ibn Jalaf, el primer soberano de la dinastía, fue el más laureado por iniciar esta independencia, destaca por su truculenta y larga gobernanza, el tercer soberano, Abd al-Malik ibn Hydayl. La presión del avance cristiano en la península le llevó a pagar sustanciosos tributos tanto a Alfonso VI de Castilla, que acabó conquistando el territorio vecino de Toledo, como al Cid, con el que tuvo algunos encontronazos en su paso por las tierras albarracinenses del Jiloca (llegó a posicionarse en el Poyo, junto a Calamocha) en su decisiva conquista de Valencia. Abd al-Malik incluso llegó a ambicionar Valencia, con fracasadas maniobras políticas, y quizás envalentonado por la posesión de Murviedro, el actual castillo de Sagunto, por donación de su soberano y ante la presión del Cid, en su avance hacia Valencia.
Ya con el gobierno de los almorávides, este territorio empieza a padecer las envestidas del reino de Aragón, que se harán con el corredor alto del Jiloca bajo el dominio de Alfonso I, en el año 1122. Ante la presión de los almohades, Albarracín acaba perteneciendo al reino musulmán de levante, con capital en Murcia, cuyo soberano Abu Abdala Muhammad Ibn Mardanis se convierte, a partir del año 1147, en el defensor de la resistencia andalusí frente al poder unificador de los almohades, y con apoyo de los reinos cristianos. A pesar de estas circunstancias, y a juzgar por los restos hallados en las excavaciones del Castillo, Albarracín continuará siendo un territorio próspero.
Cerrando el dominio islámico de Albarracín, Ibn Mardanis entregó este territorio, en el año 1170, a un noble navarro, como agradecimiento en su apoyo en defensa a la causa andalusí, y truncando a la par las pretensiones de Alfonso II de Aragón, que acabó en ese mismo año, conquistando Teruel, que no Albarracín. D. Pedro Ruiz de Azagra se hizo así con la taifa albarracinense, manteniendo en adelante su independencia, ahora como señorío cristiano. Para ello, se proclamará vasallo de Santa María y Señor de Albarracín, propiciando incluso la creación de un obispado, con los auspicios primeros del arzobispo de Toledo. Este es otro capítulo de la interesante historia medieval de Albarracín[1].
Fotografías: Daniel Artos Faza
[1] Las tres referencias imprescindibles para conocer el Albarracín islámico son: BOCH VILA, J. (1959) Albarracín musulmán en Historia de Albarracín y su Sierra, II, Teruel; El compendio más completo es de ORTEGA Y ORTEGA, J. (2007) Anatomía del Esplendor, Fondos de la sala medieval, Museo de Albarracín. Fundación Santa María de Albarracín, Zaragoza pp.19-121; y Una muy buena síntesis es la de ALMAGRO GORBEA, A.(2009) Albarracín islámico, Instituto de estudios islámicos y de Oriente próximo, Gobierno de Aragón, pp. 21-37.[1]
ALMAGRO A. (1987) “El sistema defensivo de Albarracín”, en Arqueología Medieval Española, 8º congreso, Madrid, pp.73-74; ALMAGRO GORBEA, A. (1993) Urbanismos y arquitectura de la sierra de Albarracín, Cartillas turolenses, nº14. pp 15-24 y JIMÉNEZ, A. (2015) “El sistema defensivo de Albarracín. Su restauración” en Recintos amurallados, VII Jornadas de Castellología Aragonesa, Asociación para la Recuperación de los Castillos de Aragón e Iniciativa Cultural Barbacana, Calatorao, pp 93-126.