
La Torre Mudéjar de Getafe.
La historia, la geografía y la tradición, se han encargado de “poner a Getafe en el mapa”.
Dos hitos despuntan en el cielo de esta industriosa y cosmopolita ciudad: el cerro testigo de Los Ángeles, conocido por considerarse tradicionalmente el punto central de la península ibérica, y la torre campanario mudéjar de la catedral de la Magdalena, testimonio de los orígenes de Getafe. De la misma forma que el cerro de Los Ángeles es la prueba de la altura que el terreno, erosionado por los siglos, tuvo en épocas pretéritas, la torre de su catedral es el testimonio de su historia, cuyo espíritu multicultural permanece vivo.
La ubicación de Getafe, a escasos kilómetros de Madrid y en la ruta que unía a ésta con Toledo, es privilegiada. La cercana ciudad de Toledo, tras ser una importante metrópolis romana (Toletum), se constituyó capital del Reino Visigodo hasta que, a las pocas fechas de su llegada a la península ibérica (711) fue tomada por los musulmanes, que la llamaron Tulaytulah. Un siglo y medio después, el emir de Córdoba Muhammad I, que gobernó desde el año 852 a 886, mandó construir a 75 kilómetros de Toledo, una atalaya que fue el origen de la que hoy es la capital de España, Madrid, (Maŷrīṭ en árabe). El asentamiento militar gozaba de elevadas y buenas vistas sobre el valle y la vecina sierra de Guadarrama, así como de agua en abundancia y fértiles terrenos, factores que la convirtieron en una de las principales fortalezas defensivas de la Marca Media, terreno fronterizo cuya capital era Toledo. Maŷrīṭ perteneció a la cora de Guadalajara durante la época califal, y tras la extinción del califato se integró en el reino taifa de Toledo. El dominio islámico duró hasta 1085, año en el que Alfonso VI de León tomó el territorio.
Muchas de las familias prominentes se trasladaron de Madrid a otras regiones de Al-Andalus, pero la mayoría permanecieron en la ciudad pasando a ser denominados mudéjares (del árabe mudayyan, que significa domesticado, sometido, “al que se le ha permitido quedarse”). Eduardo Jiménez Rayado señala : “Es probable que, de Madrid, ciudad de pequeñas dimensiones, migraran efectivamente las familias de clases más altas y las vinculadas a la administración política y militar, así como los grupos más fervientes de la fe islámica. Sin embargo, una buena parte de la población, principalmente la más vinculada a la tierra y el resto de clases populares, decidiría permanecer en Madrid, aprovechando las supuestas garantías dadas por las autoridades cristianas. Eso sí, parece lógico pensar que el interior del recinto amurallado, sobre todo la zona militar del alcázar, quedaría completamente vacío, y la población de la medina que decidiera quedarse se tendría que trasladar a los arrabales que habían ido surgiendo durante los dos siglos anteriores al este, sureste y, sobre todo, al sur”. María Jesús Viguera Molins, apunta en su artículo “Madrid en Al-Andalus”: “Sin élites, los mudéjares madrileños guardaron desde el final del siglo XI, celosamente, su arabo-islamidad, en difíciles circunstancias, pero con una devoción notable.”
Cuando en 1561 Felipe II traslada la capital de Toledo a Madrid, Getafe tiene ya varios siglos de existencia andalusí y mudéjar. “Xatafi”, el nombre original de la población, procede de la palabra “jata”, que en árabe significaría “algo largo”, describiendo así la distribución de las viviendas situadas a los lados del camino real que unía Madrid a Toledo. A lo largo de su historia el nombre de la población conoció los siguientes nombres: Xetafi, Jetaphe, Xetaphe, Xetafee, Jetafee y Jetafe.
Se ha considerado históricamente que Getafe fue fundada en torno a 1326, cuando los habitantes de una pequeña y antigua aldea llamada Alarnes, se trasladaron en busca de un terreno más salubre al cercano camino real, pero el historiador Antonio de León Pinelo (siglo XVIII), aportó un interesante dato en los “Anales de Madrid”: “Por este tiempo (año 1150) fue reparado el pueblo de Xetafe con ese nombre donde estuvo en tiempo de los moros el lugar de Satafi”. Se deduce, por tanto, que con anterioridad a la conquista de Toledo en 1085, existió una población en este lugar, asentada a lo largo del camino que unía Mayrit (Madrid) y Tulaytulah (Toledo) y que indistintamente fue llamada Satafi o Xetafe. (Fuente: Museo Getafe)
Se estima que la mayoría de las familias mudéjares que se instalaron en estas tierras se dedicaban al campo – algunas conservando sus huertas y otras trabajando la tierra de algún propietario cristiano-, ocupándose también de la explotación ganadera, habiendo constancia histórica de la existencia de carnicerías reservada a la comunidad musulmana.
La otra actividad relevante fue la artesanía, especialmente la herrería, la carpintería y la construcción. En palabras de Carmen Panadero Delgado: “Los mudéjares seguían manteniendo su primacía como alarifes o arquitectos; para edificar, tanto casas como iglesias, o para techar con el mejor artesonado, necesitaban un mudéjar”.
En los territorios que pasaron del dominio islámico al cristiano vio la luz un estilo artístico nuevo, llamado “arte mudéjar” por Amador de los Ríos en el siglo XIX. El arte mudéjar es el estilo más representativo de España en la época medieval. Su peculiaridad viene dada por incorporar influencias, elementos o materiales de estilo hispano-musulmán. Este fenómeno tuvo lugar entre los siglos XII y XVII y mezcló las corrientes artísticas cristianas medievales (románicas y góticas) y renacentistas, con los estilos, técnicas y repertorios del arte musulmán, y se desarrolló tanto en la península ibérica como en el Nuevo Mundo americano.
La torre mudéjar de la Catedral de La Magdalena de Getafe, cuya esbelta elegancia admiramos, es uno de los más antiguos vestigios mudéjares que ostenta la Comunidad de Madrid. En la necesidad de levantar un templo que acogiera a las numerosas familias cristianas que se agruparon, como acabamos de ver, en torno al camino real a principios del siglo XIV, se construyó la ermita mudéjar que fue llamada de Santa María Magdalena. Casi doscientos años después, en 1549, se empezó a edificar sobre el solar de la ermita el edificio actual, conservándose de aquella sólo su torre. Este nuevo templo fue diseñado por quien fuera el maestro de obras de la catedral de Toledo, el gran arquitecto Alonso de Covarrubias,
La torre mudéjar consta de tres cuerpos y está construida en ladrillo y mampostería, siguiendo el esquema característico del mudéjar toledano. Los dos cuerpos inferiores son del siglo XIV, y el tercero, en el que están las campanas, fue reconstruido en el siglo XVII. El chapitel de pizarra que la corona es de estilo barroco, también del siglo XVII. En ese momento, y para dar coherencia y armonía a la fachada, empezó a erigirse la otra torre, que no se acabó.
Para saber más:
Las personas interesadas en conocer en profundidad la historia del Madrid y el Toledo islámico, tienen la oportunidad de hacerlo de forma virtual y presencial, gracias a las actividades que la Fundación de Cultura Islámica (FUNCI) lleva a cabo en el marco de sus centros interdisciplinares: “Centro de Estudios sobre el Madrid Islámico (CEMI)” https://madridislamico.org/ y “Centro de Estudios sobre el Toledo Islámico (CETI)” https://toledoislamico.org/
La Asociación Amigos del Museo de Getafe, en el que participan vecinos de Getafe, y entidades con el soporte de su Ayuntamiento, nos da la posibilidad de conocer más sobre la antigua iglesia mudéjar de la catedral en el Museo Virtual:
Los mudéjares de Castilla son el tema del artículo que Carmen Panadero ha publicado en esta misma plataforma >>
El discurso de Amador de los Ríos, “El arte mudéjar en la arquitectura”, puede descargarse en este enlace >>
Autor/es:
Diseñadora Industrial por el Istituto Europeo di Design de Milán, Italia, es socia promotora de la consultoría internacional Innovarte, en la que ocupa el cargo de directora. Es especialista en la concepción y dirección de programas y proyectos en el ámbito de la innovación y el desarrollo de las artesanías, siendo responsable del diseño de nuevos productos y de la creación de marcas. También, en proyectos y eventos culturales que tienen como objetivo la investigación, el rescate y la difusión del patrimonio.