
Las ilustraciones mozárabes
“Cerremos los ojos por un momento…
Dejemos que la mente vuele libre con las alas de la imaginación dando un salto en el tiempo…
Abrimos los ojos…
Percibimos el olor característico de la tinta y de las mezclas de aceite con los pigmentos, además de cierto aroma de incienso que viene de la lejanía. Es un lugar extraño…estamos en un “scriptorium”.
Sentado junto a una ventana gótica, aprovechando los últimos retazos de luz de la tarde, concentrado, en silencio, el monje Beato de Liébana rasga con su fina pluma un pergamino. Traza dibujos aterradores sacados de las páginas bíblicas del Apocalipsis de San Juan: el fin del mundo, la Bestia, la condenación… pero de igual manera, el manuscrito brilla iluminado con el oro que destella sobre el Cordero o en el esplendor de la Gloria del Pantocrátor…
Sus dibujos le harán famoso y su libro será copiado durante más de 3 siglos por miles de copistas mozárabes, entre ellos sus discípulos Magio, Sénior y la monja Ende. Ellos llevaran a cabo el culmen de la ilustración mozárabe. Su particular modo de dibujar hará que a partir de entonces todos los códices lleven su nombre, todos serán “beatos”.
Los beatos son catedrales del sentir cristiano, germen de la espiritualidad medieval, suntuosos, ricos y cargados de gran significado no solo religioso, sino moral y cultural. Las miniaturas que los engalanan están animadas de gran fuerza pragmática, lograda por los personajes y el dinamismo de las escenas, así como la variedad de colores, y de letras ennoblecidas con oro que hacen al manuscrito una joya particular de belleza rescatada del tiempo.
Cerramos los ojos y volvemos a abrirlos…
Estamos en el siglo XXI. Basílica de San Vicente de la Mezquita Catedral de Córdoba. Custodiado por sendas filas de fustes de mármol, alternado en colores, tras la protección de unas vitrinas, nos encontramos de nuevo copias de aquellos manuscritos que se trazaron en los monasterios cristianos con la precisión y el esmero de aquellos pacientes hombres de fe. Un repaso por una etapa de la historia artística y religiosa de nuestro pasado que jamás se volverá a repetir. Estamos en la exposición de miniaturas realizadas por Isabel A. Carrión, que reflejan una elaboración casi exacta en la copia de los personajes bíblicos con intensidad y viveza de colorido, en fondos bellamente adornados con pintura de oro. 25 manuscritos que recrean los más bellos pasajes de la historia de los beatos, devolviendo de nuevo a la vida a aquellos artistas que en la oscuridad de sus “scriptoria” iluminaban al mundo…”
Los mozárabes fueron la población hispánica que vivió en la España musulmana hasta fines del siglo XI, que pudo conservar su religión cristiana y hasta su organización eclesiástica y judicial a cambio de pagar elevados tributos. Son los manuscritos miniados una de las más importantes aportaciones de los mozárabes a la cultura universal, como un breve repaso por la Historia nos hace ver:
En el siglo XVI despertó muchísimo interés la liturgia mozárabe, y por consiguiente, los manuscritos que la contenían. A finales del s. XV el cardenal Cisneros puso en vigor la liturgia mozárabe, e hizo imprimir el Breviario y el Misal Mozárabes.
Felipe II, al organizar su biblioteca de El Escorial, pidió a Ambrosio de Morales que buscase entre los manuscritos más bellos de Castilla y Asturias, y el historiador preparó la Edición de Las Etimologías de San Isidoro, que pidió prestada a la abadía de Silos, y el Beato del siglo X que recibió de la biblioteca Ponce de León. Y así encontramos numerosos ejemplos.
En los siglos posteriores del XVII y XVIII se contribuyó a suscitar un mayor interés por los manuscritos en cuanto a sus imágenes y estilo, como lo atestigua el hecho de que Felipe V se procurase, para la Biblioteca Real, el famoso Beato por encargo del rey Fernando I y su esposa doña Sancha en 1047, actualmente conservado en la Biblioteca Nacional de España (Madrid).
Durante el s. XVIII se llegaron a copiar de nuevo fielmente los escritos. Así, Juan Ferreras trascribió íntegramente el texto del in Apocalipsis de Beato utilizando el manuscrito perteneciente a la Biblioteca Real que se ha mencionado anteriormente. El jesuita Andrés Marcos Burriel, por su parte, copió los documentos relativos a la controversia adopcionista, entre ellos el tratado de Beato y Eterio De Adoptione Christi Filii Dei, tomando un manuscrito del siglo X conservado en la Biblioteca Nacional, etc… Durante este siglo va a aparecer la primera edición del in Apocalypsin preparada por P. Enrique Flórez a base de varios manuscritos del siglo X y XI. Pronto se empezaron a visitar y a inventariar de manera relativamente sistemática los ricos fondos de las bibliotecas españolas. Jaime Villanueva, con ocasión de sus estudios en los archivos eclesiásticos de España, vio y describió algunos manuscritos importantes, sobre todo del Beato de Gerona.
En la época moderna, desde el s. XVII hasta mediados del XIX, no se olvidó la producción de estos manuscritos y es en s. XIX donde de nuevo se retoma el interés histórico y arqueológico de estas obras. A partir de entonces, hubo una serie de ventas de manuscritos de los siglos X y XI, en París, y en Madrid, exposiciones que contribuyeron a un redescubrimiento de este arte de la Edad Media. Se elaboraron listas de manuscritos, abarcando campos bastante amplios, de manera que entre los coleccionistas, investigadores y descubridores de estas reliquias del pasado se proyectó una importante curiosidad e interés, e incluso también afición, a este tipo de manuscritos.
“… Por eso, cuando vean un manuscrito, tómense su tiempo, y admírenlos porque ha desafiado al tiempo y a la destrucción.”