
Las mujeres calígrafas de Córdoba.
En un lugar como Córdoba, capital del Califato Andalusí, es importante recordar a las mujeres que se dedicaron plenamente al arte de la escritura árabe en un tiempo tan prolífico en libros como fueron las cortes de los califas omeyas cordobeses.
Tanto en la Córdoba emiral como califal, se continuará con la tradición de la incorporación de esclavas, libertas literatas y escribanas al servicio directo del soberano y de la casa real, como ya hicieran sus antepasados de Damasco o los abasíes de Bagdad.
Las crónicas nos muestran los nombres de muchas de ellas y sus trabajos, por ejemplo:
En el alcázar de Abderramán III, trabajaron la liberta Rādiya, copista en las dependencias oficiales, la esclava Kitmān, cordobesa, que fue también kātiba (escriba y calígrafa) , y Muzna (m. 358=986), otra excelente escriba de este califa, que además era literata. A esta etapa pertenece igualmente Zumurrud, otra esclava de la que las fuentes sólo indican que fue kātība, y que falleció en el año 336 (947). Desde la Bagdad abasí todavía seguían llegando más esclavas, como es el caso de Sitt Nasīm al-Bagdadiyya, a quien al-Rahman III emplease por su pericia.
A ‘Abd al-Rahman II, su hijo y sucesor sirvió, en calidad de esclava cantora, literata y amanuense, la esclava llamada, precisamente, Qalam (Cálamo), que era de origen vasco. Aunque formada en Oriente, aprendió canto en Medina y “brilló por sus conocimientos literarios, sus composiciones y recensiones poéticas y por su preciosa caligrafía”.
Una hija de ‘Abd al-Rahman II, llamada Bahā’ (Esplendor), llevó una vida ascética consagrada a la copia de coranes que donaba; muestra de su piedad es que la mezquita del arrabal de al-Ruşāfa llevó su nombre: la Mezquita de al-Baha’. Baha’ falleció en el mes de rayab del año 304 (diciembre de 917).
Al-Hakam II tuvo asimismo diversas esclavas preparadas para la música, las letras y la caligrafía. Una de ellas fue Lubna, quien, además de ser experta en gramática, métrica y contabilidad, era excelente poetisa y magnífica calígrafa. Igualmente la cordobesa Fátima bint Zakariyyā b. ‘Abd Allāh al-Katib, hija de un cliente y escriba de al-Hakam II, quien fue escriba poseedora de una excelente caligrafía, además de polígrafa. Falleció con 94 años y fue enterrada, en una ceremonia multitudinaria, en el cementerio de Umm Salāma de Córdoba.
A su sucesor, Hišām II, sirvió otra de estas esclavas caligrafas llamada Nizām al-Katiba, que trabajó en el Alcázar califal de Córdoba, quien fue muy elocuente y se especializó en la copia y redacción de epístolas siendo ella la autora de la carta con que se dio el pésame a al-Muzaffar ‘Abd al-Malik, hijo de Almanzor, por la muerte de su padre y en la que se le nombraba su sucesor en sawwal del año 392 (agosto-septiembre de 1002).
Pero la actividad caligráfica de las mujeres en la Córdoba de los omeyas no se redujo al estricto entorno cortesano. Su intensidad fue tal que en el arrabal oriental trabajaron ciento veintisiete mujeres copiando coranes con caligrafía cúfica, lo que hace suponer que el empleo masivo de mano de obra femenina en la producción de ejemplares coránicos se debía a que ellas cobraban un salario inferior a los hombres.
La historia del cálamo y de la caligrafía árabe es también la historia de sus artistas, mujeres en este caso, aquellas cuyos nombres perduraron en el tiempo junto a sus esmerados dibujos, porque se afanaron en trabajar con suma maestría el saber, la teología, y la Revelación en el arte escrito, convirtiéndose además de portadoras de la sabiduría árabe clásica en protagonistas de la evolución de la misma.
Las mujeres, por su sensibilidad, las hacían portadoras del arte en sí mismo, por eso eran tan buscadas y preparadas para el noble arte de la escritura. Su extraordinaria aportación, la ejecución perfecta de este exquisito trabajo es valorada hoy en día, e indiscutible su mérito y su dedicación casi absoluta a su trabajo, ejecutado con total entrega y devoción, y llegando a ser, de esta manera inmortales junto a sus textos, que hoy son un tesoro para aquel que sabe admirarlos y entenderlos.
Autor/es:
Licenciada en filología árabe por la Universidad Islámica Internacional Averroes de Córdoba, cursó estudios de Dibujo y Pintura en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos Mateo Inurria, de Córdoba. Isabel Carrión ha convertido la cultura y vida del medioevo, y en especial la islámica, en su principal objeto de formación y estudios académicos, pero sobre todo, en una auténtica pasión que ha guiado su trayectoria profesional y personal.