
Mudéjar y Neoárabe. Expresión Esencial del Patrimonio Cultural Cubano. Parte 2
Los años finales del siglo XIX son testigo de la entrada del eclecticismo en su versión historicista, ligado a la imperiosa necesidad de la “sacarocracia” (oligarquía azucarera cubana ) de vestir aires de modernidad. Los inmuebles adquieren una prestancia superior en escala y se insertan a proyectos urbanos de mayor envergadura. Si bien las influencias más marcadas en las fachadas son del clasicismo francés y español, en los interiores se pueden ver soluciones de arcos polilobulados, trilobulados, emiral cordobés, califal cordobés, de entibo y decoraciones de zócalos. Sin embargo, entrado el siglo XX y con la presencia de un eclecticismo más fortalecido y una situación económica de bonanza en los años 20, conocida como la Danza de los Millones, se verifica la presencia del estilo neoárabe que también es llamado en Cuba neomorisco o neomudéjar.
El Palacio de las Ursulinas, el Hotel Sevilla, el Castillo de los Jardines de la Tropical, el actual restaurant 1830 y muchas viviendas de la barriada de Miramar en La Habana; el Palacio Valle, en Cienfuegos; el Ayuntamiento y la casa de Diego Velázquez (en la actualidad Museo Ambiente Histórico) en Santiago de Cuba; la glorieta del Parque Carlos Manuel de Céspedes en Manzanillo; el parque Josone y la casa Dupont en el balneario de Varadero, son ejemplos del neoárabe en Cuba En muchas ciudades o poblaciones de menor rango que las cabeceras provinciales se observa la presencia de un eclecticismo más popular que incluye aspectos del neoárabe: arcos, pilastras, balcones, aljibes, u otros elementos decorativos o arquitectónicos más sintetizados en su expresión formal.
La asimilación del neoárabe como variante ecléctica en el siglo XX indica un reconocimiento de sus valores estéticos por parte de una clase social portadora de solvencia económica y una innegable cultura. Los inmuebles, por ellos encargados, se convierten en referencia arquitectónica- urbana dentro de las localidades donde están erigidos, llegando a fomentar un sentimiento de orgullo comunitario, de ahí que se encuentren en edificaciones más humildes elementos constructivos de éstos tratados con simplicidad y de manera reiterativa casi como un leit-motiv en la trama citadina.
Se impone preguntarnos ¿qué lugar ocupan en la conformación del patrimonio cultural cubano estas citadas influencias? ¿se mantiene en las comunidades donde aparecen la necesidad de ponerlo en valor?
En Cuba antes y después de 1902 cuando se instaura la república existen ordenanzas y leyes que disponen de forma directa o indirecta la protección del patrimonio mudéjar y neoárabe. El 24 de julio de 1928 se firma una Ley que daba facultades al Ejecutivo Nacional para declarar Monumento Nacional a sitios o lugares que fueran de carácter histórico, artístico o patriótico. Luego el Decreto Ley No. 613 de 24 de octubre de 1924 declara como Monumento Nacional a la Catedral de La Habana y los edificios que la bordean y el Decreto Ley No. 483 nombra a la ciudad de Bayamo como Monumento Nacional y el 26 de noviembre de 1940, mediante Decreto No. 116 del Alcalde de la Habana, se constituye la Comisión de Monumentos, Edificios y Lugares Históricos y Artísticos Habaneros adscrita a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, creada en 1938 por el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring para la protección de la Habana Vieja.
Estas leyes y decretos muestran la preocupación de hombres, mujeres e instituciones que comprenden la importancia de la protección del patrimonio de la nación. ¿Y cómo se inserta con el tema que tratamos relacionado con la influencia del mudéjar y el neoárabe en Cuba? La respuesta es avalada por la presencia de éstas como componente significativo en esas declaratorias. La existencia de cuatro siglos de reconocimiento de sus valores en el universo visual de muchas ciudades del país son prueba irrefutable.
La Constitución de 1940 fue colofón en este período, en su artículo 58 define: “El estado regulará por medio de la Ley la conservación del Tesoro Cultural de la nación, su riqueza artística e histórica, así como, también protegerá especialmente los monumentos nacionales y lugares notables por su belleza natural o por su reconocido valor artístico o histórico”. Esta constitución es revolucionaria en su época en el contexto latinoamericano por su alcance social y protección patrimonial.
Los estudios sobre el tema, en otro orden, contribuyen a visualizar el mudéjar y el neoárabe mediante la formación docente de profesionales de arte y arquitectura. En el inicio de la década de 1930, el Dr. Luis de Soto desde la Academia de Arte e Idiomas imparte cursos de Historia General del Arte, Arte Español, Mobiliario y Decoración, donde el arte mudéjar está presente. En 1934 la Dra. Rosario Novoa crea la Cátedra de Historia del Arte dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, espacio que permite conocer de Arte Español y de Arquitectura en Cuba de los siglos XVII, XVIII y XIX donde las influencias que analizamos ocupan un lugar determinante.
El arte mudéjar y el neoárabe son estudiados con profundidad por prestigiosos investigadores donde sobresalen Joaquín Weiss y Sánchez, Francisco Prat Puig y Alicia García Santana quienes apuntan que estas influencias transitan desde un componente tradicional de un grupo de emigrados que la insertan en la isla ante urgencias constructivas a la asimilación y adaptación de una nueva realidad mediante el reconocimiento social de usuarios, coterráneos y estudiosos en sentido general.
La preservación del patrimonio cultural cubano después de 1958 recibe un impulso desde el Estado. Las constituciones de 1976 y 2019 reafirman la intencionalidad de proteger el mismo. En 1977, la Asamblea Nacional firma la Ley No. 1 “Protección del Patrimonio Cultural” y la Ley No. 2 “De los Monumentos Nacionales y Locales”, en 2022 Ley No. 155 Ley General de Protección al Patrimonio Cultural y al Patrimonio Natural ellas proporcionan un basamento legal para velar por el mejor cuidado de esos valores patrimoniales.
Y volviendo a la pregunta hecha sobre el lugar que ocupa la influencia mudéjar – neoárabe y la puesta en valor de esta herencia, podemos afirmar que estas leyes contemplan un alto porcentaje a bienes inmuebles con esa huella. Cuba cuenta con más de 280 Monumentos Nacionales, de ellos, en 36 se corrobora la presencia mudéjar- neoárabe. En 4 de las 9 inscripciones en la Lista del Patrimonio Mundial que la isla tiene se observa este componente, como vemos es apreciable esa impronta.
¿Cuál es entonces el mayor reto que asume la protección de esa innegable huella para que sea vista desde la óptica identitaria? Trabajar en un plan de manejo y gestión del proceso de identificación, reconocimiento, catalogación e inventarización desarrollado durante muchos años, desde lo empírico primero y la institucionalidad después. Esta protección responde a la puesta en valor del mismo en acciones de interpretación patrimonial, refuncionalización de espacios y de una estrategia que combina diferentes experiencias de salvaguardia enfocadas en el reconocimiento por parte de los individuos en su relación con el objeto patrimonial mediante una gestión con alta incidencia de la comunidad que le otorga un carácter vivo y renovador a la herencia en la medida que la considera parte de su identidad cultural.
Lo significativo es sentir ese patrimonio como legado que compromete a todos a su protección. Es un proceso de patrimonialización que fortalece la relación territorio – cultura, en ese campo lo mudéjar- neoárabe es un elemento recurrente en casi todos los centros urbanos importantes del país. La musealización de esas edificaciones y espacios urbanos ha permitido su conservación y promoción de sus valores patrimoniales. En el Sistema Nacional de Museos de Cuba muchos inmuebles son expresión de estos estilos y en los discursos museológicos se otorga lugar especial a la narrativa relacionada con los aspectos distintivos de la herencia árabe.
Es imperdurable tratar el tema de la protección del patrimonio mudéjar y neoárabe en Cuba sin mencionar a dos figuras que trabajaron por preservarlo: Marta Arjona Pérez y Eusebio Leal Spengler. Marta insistiendo en la importancia de la institucionalidad como entidad focalizadora del trabajo comunitario y de la concepción del patrimonio como construcción colectiva. Eusebio en su convencimiento de que un patrimonio bien gestionado aporta como nada a la virtud ciudadana y a la memoria histórica de un país. Ambos justiprecian el patrimonio heredado de la influencia árabe- española favoreciendo su promoción, cuidado y perdurabilidad. Pero también Cuba tendrá siempre agradecimiento especial por aquellos, que una vez de allende los mares, nos hicieron conocer la magia del mudéjar y el neoárabe.
Foto portada: Jardines de La Tropical. La Habana, Cuba. E. Eguía
Autor/es:
José Antonio González Rodríguez es Historiador del Arte por la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. En su larga trayectoria, destacan su cargo de director de museología en el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de Cuba. Sus más de 40 años de contribución al quehacer cultural cubano como especialista en museos, promotor cultural, director artístico, autor teatral y especialista en comercialización de productos culturales y artesanales, ha sido reconocido en 2024 con la “Distinción por la Cultura Nacional”.