Alminares y otros restos islámicos conservados en las iglesias fernandinas de Córdoba
El 29 de junio de 1236 Fernando III de Castilla, conquista Córdoba. Tras la toma de la ciudad se procedió a la consagración para el culto cristiano de sus mezquitas y a su transformación en nuevas iglesias que se construyeron en estilo gótico.
Sin embargo, como ha sucedido siempre en la historia de la arquitectura, los nuevos constructores aprovecharon elementos existentes para sus templos, especialmente alminares, que convenientemente recrecidos, tuvieron nuevo uso como campanarios. Otras veces, como en el caso del alminar de la Mezquita Aljama (foto 1), se mantuvo forrándolo con una nueva torre renacentista, aunque alterando bastante su estructura interior.
A los más conocidos alminares de San Juan (foto 2) y de Santa Clara (foto 3), se unen otros que por estar camuflados en la construcción fernadina resultan menos evidentes a primera vista. Tras la restauración de los templos que los albergaban, los más claros son los de las Iglesias de Santiago (foto 4) y San Lorenzo (foto 5). En ambos casos, la fábrica del alminar aparece hacia el interior de la iglesia, mostrando sendos ventanales geminados con arcos de herradura. En el caso de la iglesia de Santiago, se mantuvo casi todo el alminar añadiendo en su parte superior una espadaña barroca para albergar las campanas (foto 6). Los canetes del alero que protege la portada de su fachada oeste, son modillones de rollos, sin duda reutilizados de la mezquita (foto 7). En San Lorenzo, Hernán Ruiz el Joven (el mismo arquitecto que añadió a la Giralda su cuerpo de campanas), construyó sobre el viejo alminar, tres cuerpos renacentistas (foto 8).
Hay otro grupo de iglesias en el que la conservación del alminar no resulta tan clara, pero que se acaba manifestando tras una observación más detenida. Es el caso de la iglesia de Santa Marina (foto 9), cuya torre, separada de la iglesia, es totalmente maciza hasta el remate que ejecutó también Hernán Ruiz el Joven, y presenta aparejo de soga-tizón característico de la época hispanomusulmana. En la Basílica de San Pedro (foto 10), lo macizo de su torre rematada por una sencilla espadaña, contrasta con la magnífica arquitectura gótica y renacentista del resto, lo que se explica porque seguramente se trate del viejo alminar reutilizado, al igual que los modillones de rollos que como en la iglesia de Santiago rematan una de sus portadas (foto 11). De la torre de la Iglesia de San Nicolás (foto 12) se admite que su cuerpo bajo cuadrado sea resto de su alminar, pero el cuerpo octogonal se viene fechando en el siglo XV. Más bien parece ser que lo que se hizo en dicha época fue una remodelación de su aspecto exterior, ya que presenta una tipología más propia de alminar que de torre cristiana. Abundando en esta hipótesis, hay que señalar que el remate del cuerpo superior es un yamur islámico reconvertido en veleta.
La torre de Santo Domingo de Silos (foto 13), exenta, de estilo barroco, tiene un basamento de piedra que seguramente perteneció a un antiguo alminar. Habría que constatar si dentro de la torre barroca se conservan restos de su estructura.
La Iglesia de San Miguel (foto 14) presenta una portada en arco de herradura que debió ser un elemento reutilizado de la mezquita que ocupó su solar, ya que no concuerda con el resto de su arquitectura plenamente gótica.
Esto es sólo una somera recopilación tras una breve visita a la ciudad de Córdoba. Sin duda estudios más profundos deberían deparar más ejemplos que merecerán futuras investigaciones.
Foto superior de portada: Iglesia de San Pedro e Iglesia de San Lorenzo
Autor/es:
Los arquitectos Javier Peña Gonzalvo y José Miguel Pinilla Gonzalvo, ambos de Zaragoza, y el arquitecto técnico Jaime Carbonel Monguilán, de Tauste, forman el equipo “Cazadores de zomas”, cuyo nombre desvela su interés en la identificación y rescate de zomas –alminares en aragonés antiguo-, entre el nutrido grupo de torres mudéjares aragonesas.