
Savia española en la población de Fez (2ª parte)
Chaouen entre el Megou y el Tisouka. Foto: Francesc Morera
Según avancé en mi artículo anterior, los desterrados en 818 d.C. del arrabal de Córdoba desembarcaron en África, pero Ceuta no pudo acoger a tan gran multitud; cuando se veían anegados en el mayor desaliento, recibieron las primeras noticias sobre una población recién fundada no lejos de allí —Fez— e incluso el ofrecimiento de crear en ella asentamiento estable para parte de las familias proscritas. Al otro lado de la cordillera del Rif, aquellas montañas que ellos veían desde su campamento, hallábase una ciudad que solo hacía diez años (808) el rey Idris I había levantado y amurallado, pero que aún estaba semidespoblada.
Los beréberes Yebala (Ybala) del Rif les enviaron correos para hacerles saber que se necesitaban pobladores a millares para aquella ciudad. Luego, procedente del mismo Fez, recibieron la invitación oficial de mano de un visir; el rey Idris II (hijo del fundador) pretendía dar a su nueva urbe un aire más cosmopolita, ya que hasta entonces únicamente habían acudido a ella beréberes de Qayrwãn, y el monarca procuraba con los cordobeses “desberberizar la capital” (Levi-Provençal).
Fez se encontraba dividida en dos por el río, y uno de esos sectores, el occidental, era el que ya estaba habitado por gentes de Qayrwãn —que abandonaron su ciudad superpoblada y sumida en el caos—, pero existía en el sector opuesto, al otro lado del río, un arrabal que llamaban al-Aliya, asegurado ya y circuido de murallas, con canalizaciones de agua y servicios, pero aún sin edificar. El soberano brindaba ese arrabal a los desterrados.
La presencia entre ellos de mozárabes (cristianos andalusíes arabizados) está documentada, porque en el arrabal de Shaqunda convivían como vecinos sin demasiadas complicaciones. El historiador griego Vassilios Christides en su obra “The Conquest of Crete by the Arabs”, refiriéndose a la composición étnica y religiosa de estos desterrados, escribe: Es probable que cristianos españoles arabizados se les unieran. Se ha verificado que las distintas ramas de musulmanes cordobeses que se establecieron en Fez incluían mozárabes, como también ocurrió en el grupo de Abũ Hafs. Otro indicio de la presencia de cristianos entre los seguidores de al-Ballutĩ se ha encontrado en el hadĩt publicado por J. Aguadé, así como en otros hadice (Hadĩt (hadiz) significa “tradición”) El cronista al-Bakri menciona que una puerta de la muralla del arrabal andaluz de Fez tomó el nombre de Bab al-Kanisah o Kenĩsah (iglesia), precisamente debido a los cristianos que llegaron entre aquellos millares de proscritos de Córdoba.
Los andalusíes no dejaron pasar aquella oportunidad. Eran gentes de ciudad y tratarían de reproducir en Fez la que fuera su existencia en Córdoba. Ansiaban brindar a sus familias un hogar con techo y lumbre, la protección de altas murallas, la defensa de un ejército profesional, jardines, mezquitas, escuelas y madrasas para sus hijos, trabajo estable, calles empedradas, aguas dulces y salubres, zocos y baños públicos.
De Fez los separaba una elevada cordillera, el Rif, erizada de escarpadas cumbres y profundos despeñaderos; incluso, antes, tenían que avenirse con las cabilas beréberes que hallarían al paso —Beni-Hozmar, Beni-Maadane, Beni-Said, Yebala, Ghomara…—. Tras cruzar el valle de Titt`aouen (Tetuán) y largos días de marcha, divisaron dos prominentes montañas a lo lejos. Las formaciones rocosas de sus cumbres mostraban el peculiar aspecto de dos cuernos; eran los montes Megou y Tisouka, a cuyos pies, abrazado por ambas laderas se asentaba un campamento: Xãuen (Chaouen) que en bereber significa “los cuernos” —la ciudad no sería fundada hasta el siglo XV—. Xãuen era un campamento de verano de alguna de esas cabilas; un jeque de los yebala los acogió y guió hasta su destino (“Región de Yebala (Ybala)”, de Abdeslam al-Jamaatĩ (traducción de Majda Dri y Ana María Doña). Tetuán en red, Fundación Columba Pacis.- “Los Andaluces fundadores del Emirato de Creta”, ensayo, de Carmen Panadero). Después de varias jornadas de viaje, atravesando las montañas y siguiendo el cauce de los ríos, lograron divisar las altas y muy fortificadas murallas de la anhelada ciudad, Fez, en el centro de un valle abrazado por dos cordilleras: el Rif, al norte, y el Atlas, al sur.
Entre 7.000 y 8.000 familias de Córdoba pudo acoger Fez dentro de sus muros. Las 15.000 restantes se vieron obligadas a seguir buscando asentamiento hacia el mediterráneo oriental, hasta que en 827 lograron arrebatar a Bizancio el dominio de Creta.