La Torre y la Iglesia de San Antón de Tauste
Según la historiografía tradicional, la iglesia de San Antón de Tauste (Zaragoza), antes de San Miguel, es una construcción románica de finales del siglo XII. Dicen que es entonces cuando se erige el ábside y el presbiterio para continuar después con los diferentes tramos de que se compone. Es una nave única formada por arcos fajones apuntados sobre los que descansa la cubierta a dos aguas. El presbiterio va cubierto por una bóveda apuntada, mientras en el resto de la nave quedan los maderos a la vista. (Foto 2)
Arquitectónicamente, se trata de una obra muy humilde (principalmente, tapial de yeso), pero resulta muy curiosa por hallarse en esta zona del valle del Ebro donde el románico es ya prácticamente inexistente. Es habitual que, donde hay románico, no hay mudéjar, y viceversa; sin embargo, aquí coexisten. Además, la envuelven una serie de circunstancias que la hacen especialmente interesante.
Vayamos primero con la historia. Tauste es definitivamente incorporado al reino de Aragón en 1121 por Alfonso I el Batallador. Aunque no conste en las fuentes escritas, debió de alcanzar una gran importancia y tamaño considerable en los cuatro siglos anteriores de época islámica, dada la grandeza de la torre de Santa María (antiguo alminar de la mezquita aljama) y de la necrópolis musulmana encontrada en la zona de ensanche del casco urbano. El hecho de que 17 años más tarde recibiera Carta de Población por el rey Ramiro II y su yerno, el conde Ramón Berenguer IV, nos da idea de las dificultades que venían padeciendo los nuevos gobernantes para volver a tener aquí una población estable. Se trata del templo más antiguo que existe en Tauste, más que la iglesia parroquial de Santa María, mudéjar del siglo XIII, construida en ladrillo. ¿Por qué construyen antes esta iglesia en un arrabal de las afueras en lugar de centrar los esfuerzos en levantar el templo que luego hicieron en el enclave principal de la población? La respuesta es bien sencilla. En ese enclave principal se encontraba la mezquita mayor y la habían consagrado para la liturgia cristiana bajo la advocación de la Virgen María. Transcurrido cierto tiempo, decidieron sustituirla por la iglesia mudéjar que hoy conocemos para adecuar su espacio a las modas europeas del momento. Era ya la época del gótico y la construyen con esos cánones, pero en ladrillo y yeso porque aquí la piedra escasea. Encargan la construcción a alarifes musulmanes porque son los que dominan las técnicas de construcción con estos materiales que, por otra parte, son muy del gusto del nuevo poder instaurado. La iglesia es construida en el mismo solar donde antes estaba la mezquita, lo cual condiciona su orientación (hacia La Meca en lugar de hacia Jerusalén), pero mantienen el gran alminar octogonal porque les sirve perfectamente para campanario. Así pues, la mayor antigüedad de la iglesia de San Miguel (o San Antón) respecto de la de Santa María es una prueba más de la existencia de un templo anterior en el enclave principal de la población. (Foto 3)
Pero hay un misterio en esta iglesia que ahora nos ocupa que nunca se ha afrontado suficientemente. Sabemos que todas las iglesias románicas comenzaban a construirse por el ábside y, luego, iban creciendo hacia los pies. Ello suponía que, generalmente, el ábside era de menor altura que el resto de la nave porque el primer tramo de esta se apoyaba sobre el arco triunfal donde terminaba el presbiterio. Era habitual que dicho arco triunfal se recreciera en altura hasta lograr el perfil concebido para el resto de la estructura, siendo ya los demás arcos arcos de mayor altura que este. Sin embargo, aquí es al revés, es decir, la estructura de la cubierta del ábside levanta más que el resto, consecuencia de que los maderos que conforman la estructura de la cubierta del presbiterio apoyan por encima de los del primer tramo de la nave. La fotografía que se adjunta corresponde a un momento de la restauración de este templo (años 80 del siglo pasado). En ella se aprecian los agujeros que habían quedado sobre el arco triunfal al haber retirado los maderos de ese primer tramo y, por encima, un recrecido de obra que recibe la estructura de la cubierta del presbiterio. (Foto 4)
Una explicación para todo ello podría ser que, en algún momento, la cubierta del presbiterio se arruinase y, para su reconstrucción, decidieran montar la nueva estructura sobre las cabezas de los maderos del primer tramo de la nave. Sin embargo, resulta una justificación demasiado forzada porque aquí el arco triunfal es del mismo tamaño que el resto de los arcos de la nave y, por tanto, nunca pudo recibir estructura alguna a un nivel inferior. De continuar, pues, con la hipótesis de que aquí fue el ábside el que se añadió a la nave y no al revés, ¿cuándo se había erigido la nave? Dadas las circunstancias históricas antes expuestas, no cabe pensar en ninguna actividad constructora en la mitad central del siglo XII, lo cual nos lleva a la existencia de una edificación en época islámica. En un pueblo de la entidad que tuvo este en esa época (los estudios urbanos nos llevan a una población de unos 3.000 habitantes en el siglo XI), encaja perfectamente la existencia de un arrabal mozárabe, que bien pudo ser el actual barrio de San Antón. Los cristianos de este barrio pudieron tener su ermita en este lugar, que ocuparía los tres primeros tramos que siguen al presbiterio, con una cabecera plana orientada hacia el Este. Desde este punto de vista, todo parece coincidir. Esos tres tramos son los únicos que resultan iguales en tamaño y bien pueden pertenecer a una primera unidad constructiva. La puerta de entrada ya estaría donde ahora se encuentra, que corresponde con el tercer tramo. En el último tercio del siglo XII se le añadirían el ábside y el presbiterio actuales y se plantearía un cuarto tramo con la entrada principal al templo en el imafronte, tal y como lo concibe Antonio García Omedes, expresado en su web sobre el románico aragonés, donde constan las plantas que aquí pueden verse. (Foto 5)
Llaman la atención las ricas piezas escultóricas que aparecieron en el subsuelo de la iglesia esculpidas por el taller del Maestro de Agüero, destacando entre ellas el capitel de la bailarina contorsionista. Está claro que los nuevos taustanos no quisieron escatimar esfuerzos para lograr una portada lo más rica posible. Desconocemos si llegó a llevarse a cabo o si aquello se quedó truncado por alguna circunstancia, pero allí están las piezas. El resto de la nave corresponde a siglos posteriores.
También se dice que corresponde a siglos posteriores la torre mudéjar que la acompaña. Concretamente, se la data en el siglo XVI, pero choca la simplicidad excesiva de este dato sin más. Consta de dos cuerpos cuadrados y uno octogonal coronado por un chapitel. El cuerpo inferior es un macizo de tapial de yeso y el que le sigue, ya de ladrillo y yeso, resulta evidente que se trata de una obra medieval (siglos XIV-XV): el aparejo es de soga y tizón y esos arquetes de una sola rosca que tiene en la parte superior no se realizaban ya en esa época, sino de doble rosca, como demuestran que sabían hacerlo en el cuerpo octogonal y que este sí que es un recrecido del XVI. En cuanto al cuerpo macizo de la base, no tiene mucha explicación a no ser que se trate de los restos de otra torre anterior, época ya cristiana o incluso islámica, pudiendo tratarse de un bastión de la muralla que posiblemente pasara por este lugar. (Foto 6)
Existen noticias de esta torre como lugar de reunión del Capítulo de Ganaderos al pie de la misma desde época muy antigua, lo que viene a corroborar la mayor antigüedad de la que se le atribuye.
De cualquier forma, todo ello viene a incrementar el interés y la fascinación por este conjunto arquitectónico y no es nada desdeñable la posibilidad de su origen zagrí (cristiano pero zagrí), tanto de la iglesia como de la torre.
Foto superior de portada: Fachada sur de la Iglesia de San Antón
Autor/es:
Arquitecto técnico aragonés, dedicado profesionalmente desde los años 80 a la restauración de edificios históricos, iglesias y construcciones civiles de Aragón. Forma parte, junto a José Miguel Pinilla Gonzalvo y Javier Peña Gonzalvo, ambos arquitectos de Zaragoza, del equipo conocido por “Cazadores de zomas”, cuyo nombre desvela su interés en la identificación y rescate de vestigios de arquitectura andalusí en Aragón. Autor de publicaciones como la documentación escrita y multimedia sobre la torre de Tauste y su maqbara, y la novela histórica: El alminar de Tawust.