Armas e indumentaria andalusíes en el Museo del Ejército: el “Estoque” de Boabdil
Publicado por: Luis Miguel Muñoz Fragua y Felipe Vidales
Imagen: D. Eduardo Seco. IPCE.
Toledo tiene en su historia dos momentos claves que lo vinculan al devenir de al-Andalus: su inicio y el comienzo de su final.
Toletum era la capital del reino visigodo y aquí se dirigió Tariq con sus tropas tras vencer a los ejércitos de don Rodrigo; conquistada Toletum nacía Tulaytula, y con ella un enclave fundamental en la historia de al-Andalus, aunque las primeras capitales fueron Sevilla (hasta 716-717), y a continuación Córdoba, hasta las taifas del siglo XI. Nuestra leyenda más antigua nos lo recuerda con la Casa de los Candados y la imagen de Tariq asaltando el palacio de Hércules.
Aquella Tulaytula que permaneció como ciudad rectora de la Marca Media andalusí se reveló una y otra vez contra el centralismo de los Omeyas en Córdoba hasta que en el siglo XI, desmembrado el Califato, los toledanos consiguieron auparse como una taifa independiente, una de las más poderosas durante muchos años. Un sueño que duró poco, pues en 1085 las tropas de Alfonso VI conquistaban Tulaytula y ésta dejaba de serlo para comenzar a ser Toledo. Toledo nacía a la vez que al-Andalus comenzaba a languidecer (lejos aún del final que algunos historiadores se empeñan en situar entre 1085 y 1212), pues el avance cristiano desde entonces terminaría por dinamitar la articulación política y territorial de las sucesivas taifas andalusíes en los siglos siguientes. El último canto del cisne fue el sofisticado y sugerente para sus vecinos cristianos reino nazarí de Granada. Dos siglos y medios de historia complejos, trufados de alianzas entre vecinos pero también de guerras, de intercambios culturales y trasvases del sur al norte, de emulación y de arabización de Castilla gracias a ese contacto fronterizo. Así fue prácticamente hasta el final de esta historia, la del último rey de Granada, Boabdil, que vivió una guerra casi permanente durante todo su reinado, tanto interna como externa.
Mientras las crónicas islámicas hablan de él como un rey justo y preparado, las cristianas aluden a él como un débil monarca. Aunque los primeros años de su reinado no resultaron especialmente conflictivos en cuanto a la guerra con Castilla, dadas las guerras civiles por la sucesión de Enrique IV, el periodo que se abre tras ellas para los castellanos es el más conocido: el de los Reyes Católicos. El espíritu cruzado de la nueva reina y su absoluta devoción cristiana marcaron los siguientes años y el final de Granada. Las tropas cristianas comenzaron una conquista imparable y sin tregua, pueblo a pueblo, hasta plantarse en Alhama de Granada en el 1482; conquistas que nunca se habrían producido sin la ayuda de las conjuras, traiciones y luchas internas que vivía la corte de Boabdil.
En una de sus últimas batallas, cuando Boabdil dirigía a sus tropas en el entorno de Lucena, el 20 de abril de 1483, cayó derrotado y apresado. Isabel y Fernando se hicieron con un exquisito botín que hoy nos permite conocer la magnífica producción y decoración de textiles, las etiquetas cortesanas y el buen gusto de las élites: las ropas y armas del rey de Granada, que hoy se conservan en el Museo del Ejército de Toledo. Son más conocidas la marlota carmesí y la espada jineta del rey nazarí, que una vez requisadas fueron entregadas al Alcalde de los Donceles, don Diego Fernández de Córdoba, como botín de guerra. En cambio, el mal denominado “estoque o montante de Boabdil” que también formaba parte del botín, ha recibido siempre menor atención, cuando su valor artístico, histórico y epigráfico es comparable al de la “espada de la jineta”. La empuñadura y el trabajo minucioso sobre el marfil para dejar por escrito el lema de la dinastía nazarí (“Sólo Dios es vencedor, Wa lâ Gâlib illâ Allâh) son admirables, especialmente cuando se observan en detalle.
Luis Miguel Muñoz Fragua es conservador restaurador especialista en armas históricas y ha dedicado muchos años de su vida a poner en valor armas y otras piezas como estas custodiadas en el Museo del Ejército y otras armerías. Armas como este estoque que, a pesar de ser menos conocido, bien puede considerarse una pieza excepcional, no solo por su producción sino también porque iguala a otras como la que se muestra en la Furusiyya Art Fondation, o la representación escultórica encontrada en una de las ménsulas de la capilla de Santa Catalina de Burgos. Fechada hacia la segunda mitad del siglo XIV, pertenece a una tipología cercana aunque independiente a la de las espadas jinetas. Y a su vez tiene relación con la daga de orejas que se conserva en la Armería del Palacio Real de Madrid, siendo su esquema constructivo similar, ya que sus empuñaduras están formadas por piezas exteriores de marfil, que sientan sobre una estructura de láminas de madera y metales como la plata y el latón. Estas piezas ebúrneas se encuentran talladas sobre fondo negro, recurso de contraste utilizado en marquetería.
Hacer una descripción pormenorizada de este arma nos daría para dos o tres artículos, pero lo que realmente queremos señalar en esta ocasión es el detalle del escudo nazarí de la banda con el lema “Sólo Dios es vencedor”, emblema heráldico que Pedro I de Castilla otorgó a Muhammad V, y fue adoptado por los sultanes de Granada a principios del siglo XIV, así como la utilización de hoja estilizada de perfil de influencia selyuquí. Distintos materiales y procedencias estilísticas, por la proximidad de las dos sociedades de frontera Castilla y al-Andalus, que intercambiaron influencias, como apunta Germán Dueñas, Conservador de armas del Museo del Ejército, se dieron “fenómenos de aculturación mutuos”. Las labores de los artesanos eran compartidas, de hecho en las contiendas era fácil que el enemigo portara armas fabricadas por su oponente.
Otro ejemplo claro es la celada que se atribuye a Boabdil, que se encuentra depositada en el museo Metropolitano de Nueva York, y que es de manufactura hispanocristiana. Una muestra más de esa heterogeneidad del siglo XIV y de la frontera entre Castilla y Granada, y de que, a pesar de las fronteras físicas o ideológicas, generaron contactos de todo tipo -más allá de la guerra-, con lo que la riqueza cultural y material beneficiaba a todos. Por eso es bueno intentar desmitificar las visiones excesivamente estereotipadas de la guerra, de la Edad Media hispana y de la mal llamada reconquista, para así entender mejor que el mundo andalusí se extendía más allá de sus propias fronteras.
Autores: Luismi Muñoz Fragua (Alcaén Restaura) y Felipe Vidales (tulaytula.com).
En colaboración con:
Autor/es:
Conservador Restaurador de Bienes Culturales. Amplia experiencia en intervenciones de elementos arquitectónicos del mal llamado arte Mudéjar. Actualmente llevo la dirección técnica de la restauración de la Mezquita de Tornerías de Toledo.
Doctor en Historia Moderna y guía turístico de Toledo, ha enfocado su trabajo hacia al turismo y la divulgación cultural y científica, participando en diferentes proyectos de investigación financiados por organismos nacionales e internacionales. Ha sido galardonado con el Premio de Bibliografía de la Biblioteca Nacional de España en su edición de 2016. Es promotor de tulaytula.com, un proyecto de divulgación sobre el Toledo Islámico, Medieval y Moderno.